En este instante fui visitada por El Señor para acercarme al trono de su infinita majestad en el que se encontraba, resplandeciente de belleza inigualable (…) Fuerte, animada por los estímulos piadosos de mi padre espiritual que me manda abandonarme completamente y con toda simplicidad a la voluntad de Dios, incluso cuando se trate de fenómenos sobrenaturales extraordinarios, yo me entregué con un grito de alegría y júbilo, en los brazos que me tendía con un amor visible nuestro divino Salvador. ¡“Oh Señor, nunca más me iré, he encontrado el Amor, he encontrado mi Eje! Momento solemne e inefablemente divino en el que Jesús, mi celeste Esposo, asistido de la Bienaventurada Virgen María, bella también de una belleza que paraliza los labios, rodeada de una maravillosa corona de ángeles y de santos, me llama a una nueva alianza mística, o más bien a una renovación de nuestras nupcias espirituales.