Es, por tanto, justo y necesario repetir con los santos: DE MARIA NUNQUAM SATIS. María no ha sido aún alabada, ensalzada, honrada y servida como se debe. Merece aún mejores alabanzas, respeto, amor y servicio. (10) Debemos decir también con el Espíritu Santo: "Toda la gloria de la Hija del rey está en su interior". Como si toda la gloria exterior que el cielo y la tierra le rinden a porfía, fuera nada en comparación con la que recibe interiormente de su Creador y que es desconocida a criaturas insignificantes, incapaces de penetrar el secreto de los secretos del Rey. (11) Debemos también exclamar con el Apóstol: "El ojo no ha visto, el oído no ha oído, a nadie se le ocurrió pensar..." las bellezas, grandezas y excelencias de María, milagro de los milagros de la gracia, de la naturaleza y de la gloria. "Si quieres comprender a la Madre dice un santo trata de comprender al Hijo. Pues Ella es digna Madre de Dios" (12) ¡Enmudezca aquí toda lengua!