Los españoles asedian Fontarabia, ocupada por los franceses. En su codicia los ocupantes se lanzan al pillaje. Un día Juan Ciudad le hace entrar en razón a su capitán que brutalizaba una joven. Este acto de valentía le vale en seguida muchas molestias. El capitán para vengarse le encarga las prestaciones más humillantes y peligrosas. Un día Juan es enviado en misión de reconocimiento en un caballo sin montura y sin riendas…. Cabalgaba cerca de la frontera francesa cuando de repente oye una señal de trompeta, el caballo sale furioso al galope, se cabrea y lanza a su jinete contra una roca. Juan, todo adolorido, se siente incapaz de levantarse. En medio de su sufrimiento invoca a quien, desde su infancia le había pedido ayuda y consuelo, la santa Virgen María, “Reina del Cielo, no me dejes caer en manos del enemigo.” Y en seguida, se desmayó. Cuando volvió en sí, ve a su lado a una joven que le habla con compasión. Vestida de Pastora, con un bastón en la mano, ella se inclina sobre él y le ofrece de beber. La joven le tiende la mano y él le da la suya dudoso. Apoyado en ella da algunos pasos, titubeaba como un hombre ebrio. Pero luego siente una fuerza maravillosa y sale de su debilidad. La pastora lo conduce hacia un camino y lo deja solo. Juan está persuadido que esa pastora no podía ser otra que la Virgen María o un ángel enviado por Ella.