No se sabe si Luis XVIII recibió el mensaje dado a la Madre María de Jesús, muerta en olor de santidad. “Francia sigue siendo muy querida de mi divino Corazón y ella le será consagrada. Pero es preciso que sea el Rey mismo que consagre su persona, su familia y todo su reino a mi divino Corazón y que lo haga tal como se lo he dicho; elevar un altar como el hecho a la Santa Virgen. Yo haré llover un diluvio de gracias cuando se consagre a mi divino corazón. Los ultrajes hechos a la majestad real han sido reparados públicamente, pero los ultrajes innumerables que yo he recibido en el sacramento de mi amor no han sido todavía reparados. Yo preparo todas las cosas, Francia será consagrada a mi divino Corazón y en toda la tierra se sentirán las bendiciones que derramaré sobre ella. La fe y la religión florecerán en Francia por la devoción a mi divino Corazón”.