9 de junio - Francia. María Madre de Gracia.

Yo fui el sostén de la Iglesia naciente; y seré el de la Iglesia hasta el final de los tiempos (II)

A la edad de 10 años, Jean-Claude Courveille sufrió de viruela, la cual le dañó los ojos: no veía casi nada. Su madre consulta varios médicos y le dicen que su problema es incurable. Cuando llega a ser un joven, Jean-Claude desea ser sacerdote pero su problema de la vista le impide aplicarse suficientemente a los estudios. En 1809, tuvo la inspiración de hacer una peregrinación al santuario de Nuestra Señora de Puy, del que se encontraba a unas 5 leguas; una vez ahí decide tomar un poco del aceite de la lámpara que arde frente a la estatua de la Virgen, y frotarse los ojos. Inmediatamente sintió que distinguía perfectamente los pequeños objetos y hasta los más mínimos detalles de la catedral; desde entonces comienza a gozar de una vista excelente. En 1810, en la misma iglesia, frente a la misma estatua milagrosa, le promete a la Santa Virgen dedicarse enteramente a Ella, hacer lo que Ella quiera por la gloria de Nuestro Señor, en honor a Ella y por la salvación de las almas. Su idea era consagrarse a través del celoso ejercicio del sacerdocio a la realización de este triple voto. En 1812, cuando le renovaba la misma promesa a María, al pie del mismo altar, tuvo un mensaje interior del que existen varias versiones. Según la versión transmitida por el Venerable Jean-Claude Colin, fundador de los Padres maristas, la Santa Virgen le confía una promesa: « Yo fui el sostén de la Iglesia naciente; y seré el de la Iglesia hasta el final de los tiempos y le abriré mi seno a cuantos en él quieran entrar. »

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