El Bienaventurado Marcelino Champagnat, fundador de los Hermanos Maristas, tenía una confianza sin límites en María, a la que llamaba: "Nuestro Recurso Ordinario." El hecho siguiente lo demuestra. Regresaba de visitar a un enfermo, en medio de una tormenta de nieve, que había borrado todos los senderos. En plena noche, acompañado de un Hermano, con la nieve que le entraba en los ojos, caminaba hacía dos horas. Los dos viajeros, que habían perdido toda noción del lugar, avanzaban a la deriva sin otro guía que la Providencia. Pocos minutos después, el Hermano estaba tan extenuado, que el abad Champagnat se vio obligado a asistirlo; pues aterido de frío y rígido por la nieve parecía desfallecer: "Hermano, si la Santa Virgen no viene en nuestra ayuda estamos perdidos, pongamos nuestras vidas entre sus manos. " Dijo Champagnat y mientras hablaba el hermano se derrumbó como una masa inerte. Entonces, Champagnat se arrodilló a su lado sobre la nieve, y recitó "El Memorare". Trató en seguida de reanimar a su compañero y con dificultad lo hizo avanzar algunos pasos. De pronto, a poca distancia, ven surgir una luz en medio de la noche y consiguen ir en dirección del resplandor, que sería el presagio de su salvación. Era la cabaña de un leñador quien en seguida los acoge. Se habían salvado.