La Iglesia no puede creer y prosperar, si ignora que sus raíces ocultas se hunden en Nazaret. Ya que trabajar con Jesús obrero, sumergirse en "Nazaret", viene a ser el punto de partida de una nueva concepción de la Iglesia pobre y humilde, de una Iglesia familia, de una Iglesia nazarena. Nazaret encierra un mensaje permanente para la Iglesia. No es en el Templo, ni tampoco sobre la sagrada montaña que comienza la Nueva Alianza, sino en la choza de María, en la casa del obrero, en un lugar olvidado de la "Galilea de los paganos", del que nadie esperaba nada bueno. Volviendo siempre a ese punto de partida es que la Iglesia puede regenerarse. Ella no sabría darle justa respuesta a la rebelión de nuestro siglo contra el poder de la riqueza si Nazaret no permaneciera en ella como realidad viviente.