La bienaventurada Virgen María, le respondió así: «Escucha, Satanás, cuando saliste de las manos del Creador, tenías la inteligencia de la justicia que vive en Dios por la eternidad. Tuviste la libertad de actuar a tu voluntad y aunque hayas preferido odiar a Dios antes que entregarle tu corazón, sabes bien lo que la justicia exige. Yo te digo que a mí me corresponde más que a ti presentar esta alma ante Dios, su Juez; ya que durante su estancia en la tierra, ella me demostró un gran afecto, ella se complacía en recordarse que Dios se dignó escogerme como su Madre y que quiso exaltarme por encima de todas las criaturas.» « Tù has visto, Satanás, en qué condiciones ha muerto este hombre. ¿Qué te parece, entonces? ¿No era justo que yo la tomara bajo mi protección ante el tribunal de Dios, antes que dejarla entre tus manos para compartir sus suplicios?» Y Satanás preguntó de nuevo: «Por qué, Oh Reina, a la hora de la agonía de esta alma, nos has mandado huir de manera que ninguno de nosotros pudo ni asustarla ni perturbarla? La Virgen replica: «Yo lo hice por el amor ardiente que en vida ella me había dedicado.»