El 09 de junio de 1944, Monseñor Thea fue detenido y puesto en la prisión de San Miguel con otras personalidades. Algunos días más tarde, todos fueron transferidos a Compiègne, hacia los campos de concentración. Monseñor ejerce tal influencia que los alemanes sienten miedo. El 15 de julio, un convoy se prepara para partir a Alemania, Monseñor Theas es el único que no va en el grupo. El 15 de agosto siguiente, un nuevo convoy está listo. Esta vez él forma parte junto con unas veinte oblatas de María Inmaculada. El 15 de agosto en la mañana dirige a los religiosos estas palabras: “La Santa Virgen nos hace la “jugarreta” de enviarnos a Alemania el día de su fiesta, le vamos a “echar una bronca” como corresponde. Y se pusieron a rezar el Rosario. En ese mismo momento, en la estación, los resistentes incendiaron el tren para llevarse a los deportados. Un año después, la guerra terminó y volvieron de los campos los sobrevivientes. Su grupo permaneció fiel a una reunión anual. Una de esas reuniones tuvo lugar en Lourdes en torno a Monseñor Theas que trajo a memoria la experiencia, pero ahora sin bromas. ¿Se puede hablar de milagro? Tal vez… En todo caso, es un signo evidente de la respuesta de la Virgen a quien, nacido a pocos kilómetros de su principal santuario, debía durante la mayor parte de su episcopado, manifestarle tanta devoción, tanto amor! El mismo que un día diría: “ María está siempre presente en mi vida.”