El Emperador Carlomagno fue consagrado en la Basílica d’Aix-la-Chapelle que él había deseado dedicar a la Madre de Dios. Acogió con gran devoción la reliquia del cinturón de la Santa Virgen que le diera la Emperatriz de Constantinopla y llevó toda su vida al cuello una cadena de oro con una medalla de María. Cuando llegó a viejo, pidió ser enterrado con una estatua de la Virgen sobre su pecho. Después de su muerte, el Concilio de Maguncia le impuso a todo el Imperio Franco la festividad de la Asunción. El Imperio de Carlomagno marca el fin del feudalismo y el principio de la unificación de Europa que nace al mismo tiempo que el Cristianismo, bajo la protección de la Madre de Dios.