María ten piedad de mí que no valgo nada En el casto combate del Sabio y del Cristiano; Ruega por que persevere en la confianza En la paciencia de esta larga batalla para soportar el frío y el calor de las estaciones. Aleja de mí la plaga de la sinrazón Hazme sencillo y fuerte, extraño al llanto, Indomable ante el miedo, sométeme a tu autoridad, Que yo destruya, porque me hace falta, y anule todo apetito vano, la sed y el hambre, el amor sensual, esa realidad cruel, y el odio más cruel y sensual todavía. Haz de mí el ágil soldado de tus deseos que para obedecerte se haga como yo pueda Que lo que tú deseas sea cuanto yo desee. Yo inmolaré en un sacrificio sereno en vuestro altar en otro tiempo maldecido, El hombre malo que fui, el cobarde que soy.