« Ella te pisará la cabeza mientras tú acechas su calcañar » (Gn 3,15) La Virgen María comprendía ciertamente mejor que nadie las promesas de Dios a su Pueblo; ya que poseía todo para comprender con mayor profundidad el misterio de Dios. Ella estaba atenta y enteramente vuelta hacia Dios según lo manda el primer mandamiento. «Escucha Israel, el Señor tu Dios es el Único» (Dt 6,4). Ella buscaba al Señor cantando los Salmos « ¡Mi alma tiene sed de Ti!» (Sal 42,3). Ella era totalmente humilde « Dios se niega a los orgullosos, pero se revela a los humildes» (Jc 4,6). Él se revela a la virgen santa cuyo corazón libre e inmaculado le hacía más transparente el Cielo: «Bienaventurados los puros de corazón, ellos verán a Dios» (Mt 5,8). Ella esperaba, en la búsqueda amorosa, la oración y la lectura de la Palabra de Dios, «meditando en su corazón» (Lc 2,19) todas las promesas de Dios a su Pueblo, a comenzar por el primer anuncio de una salvación, la del Génesis, justo después de la caída, cuando Dios dijo a la serpiente: «Yo pondré enemistad entre la mujer y tú, y entre su linaje y tu descendencia. Ella te aplastará la cabeza mientras acechas tú su calcañar» (Gn 3,15).