Más de 100 años después, las demandas del Sagrado Corazón de Jesús en Paray-le-Monial siguen sin respuesta, el Rey Luis XVI, prisionero en el Templo, habiendo perdido todo poder, escribe en 1792 un “voto” sin fecha, por medio del cual consagra su persona, su familia y todo su Reino al Sagrado Corazón. En su oración el Rey reconoce sus debilidades políticas e implora el auxilio del Divino redentor y del Corazón de María y la asistencia de san Luis. Con dicho voto busca "recuperar su libertad", se compromete a revocar la Constitución civil del Clero del 24 agosto de1790, y establecer "una fiesta solemne en honor al Sagrado Corazón de Jesús” la cual será celebrada "a perpetuidad en toda Francia", "el primer viernes después de la octava del Santo Sacramento, en reparación a los ultrajes y profanaciones cometidas en tiempos de disturbios". Louis XVI promete erigir una iglesia, una capilla o un altar "al Sagrado Corazón de Jesús”, consagrar su persona, su familia y su reino con la promesa de dar a todos sus súbditos " ejemplo del culto y de la devoción que le son debidos a ese Corazón adorable" y renovar ese voto cada año el día de la fiesta del Sagrado Corazón. Finalmente, haciendo alusión al “milagro deslumbrante que paró el flagelo de la peste en una ciudad francesa”, el Rey en su soledad le consagra al Sagrado Corazón el país: “Corazón de Jesús, te ofrecemos nuestra patria entera y el corazón de todos sus hijos” Pero ese voto solitario y muy tardío sería barrido durante la tormenta anticlerical…