Era preciso que quien había conservado sin mancha su virginidad durante el parto, conservara su cuerpo sin corrupción, incluso después de la muerte. Era preciso que quien había llevado en su seno al Creador, morara en los divinos tabernáculos. Era preciso que la Esposa a quien el Padre se había unido, gozara de la morada del Cielo. Era preciso que quien había visto a su Hijo sobre la Cruz, había escapado al dolor trayéndolo al mundo y lo había recibido en su seno, lo contemplara viviendo con su Padre. Era preciso que la Madre de Dios poseyera todo lo que pertenecía a su Hijo y fuera honrada por todas las criaturas como la Madre de Dios y su sierva».