Veinte millas al este de Jerusalén, cerca del convento de las Hermanas de Belén, en Beit Gemal («la casa de Gamaliel») la iglesia salesiana guarda memoria de la aparición del rabino Gamaliel al padre Luciano, cura de Cafargamalia, el viernes 3 de agosto del 415, a las tres de la madrugada. Entró en estado de éxtasis, vio a un anciano alto, de cabellos blancos y una larga barba, vestido de una estola ornada de borlas doradas con una cruz en medio del pecho y un báculo en la mano y le habló: «Luciano, ve a la ciudad de Aelia que no es otra que Jerusalén, y dile al santo Obispo, estas palabras: «Hasta cuándo vamos a permanecer encerrados? Bajo vuestro episcopado debemos ser revelados. Abre pronto la tumba donde han sido depositadas nuestras reliquias para que por nosotros Dios abra la puerta de su clemencia al mundo, pues sus numerosas faltas lo han puesto en peligro.»