Madre mía, Virgen María inmaculada, Tú cuya vida (…) ha sido una ascensión perpetua de amor, ayúdame a subir sin cesar por la vía de la divina perfección, no de una vez, ni en una visión de éxtasis, ni según mis deseos, sino día a día, conforme al designio de la Providencia. Y así, conducida por ti por el camino de la claridad hasta alcanzar la Luz, yo pueda ver en toda su cautivante belleza la Caridad divina, tal como los más humildes tienen necesidad de conocerla para encontrar en ella, con la saciedad de mis deseos, el secreto de vivir y de morir consumida por el Amor. Virgen Santa tú que has conquistado y cautivado mi alma, guárdame ahora plenamente y para siempre en el amor a tu divino Hijo.