María, Madre Inmaculada de Jesús, mi tierna Madre, Reina del Santo Rosario, que te has dignado escoger como morada el valle desolado de Pompeya para iluminar el mundo con tus gracias y misericordias, dígnate posar sobre mí tus ojos llenos de compasión y acéptame como tu servidor y como tu hijo que te ama y te dice en voz alta: ¡Madre de misericordia! Escucha mis quejas: que tu paso inmaculado me abra el camino de la pureza y de la paz. Que suene en mis oídos la dulzura de tu voz, mi dulce Señora, pues tus palabras son vida. Ábreme tus manos llenas de gracias, socorre a este indigno servidor que te implora y líbralo de las trampas de sus enemigos. Haz que lleguen hasta mí las dulces cadenas de tu Corona con las que atraes a los corazones más rebeldes y q mi corazón cautiva para que no se aleje jamás de ti. Oh, Rosa de toda pureza, que la aroma de tu perfume me lleve al amor del Paraíso. Amén.