Ella es la Eva de la nueva alianza, y la madre común de todos los fieles, pero tuvo que costarle la muerte de su hijo, tuvo que unirse al Padre eterno, y que de común acuerdo hayan entregado al Hijo al suplicio. Por eso la Providencia la llama al pie de la Cruz. Y ella ahí está para inmolar a su Hijo verdadero; que El muera para que los hombres vivan. Ella ahí llega para recibir sus nuevos hijos: Mujer, le dice Jesús, he aquí a tu hijo. ¡Qué concepción tan dolorosa! ¡Qué creación la que se le asigna! Y cuáles son sus sentimientos, cuando escucha la voz moribunda del último adiós de su hijo. No, yo no temo asegurar que de todos los dolores que atraviesan su alma, éste es sin duda inmensurable.