a N. S. de la Inmaculada Concepción (1646 ) El Rosario de la Virgen María (VI) Y también ahora, entre los cantos de alegría de la Jerusalén celestial, permanecen intactos los motivos de su acción de gracias
peso del pecado y también el canto de la gracia En cada uno de mis días. Todo ello quiero ponerlo entre tus manos, Totalmente, Para que ya no sea yo quien viva Sino tu Hijo quien viva en mí.
Padre Kolbe, citado por el Papa Juan Pablo II, que deja entrever la unión inefable, íntima y fecunda entre el Espíritu Santo y María. El Espíritu establece su propia morada en María en el momento mismo en
hombres, ella que rodea con sus oraciones los inicios de la Iglesia, y que, mientras es exaltada entre ángeles bienaventurados, que le supliquen que interceda en unión con todos los santos, ante su Hijo
Luego, se preguntaron: ¿Quién es Esa que avanza como la aurora naciente? Finalmente, se dijeron entre ellos: ¿Quién es Esa que sube del desierto, colmada de delicias? ¿Por qué tanta insistencia en preguntar
propia lengua. No decir nada, cantar porque el corazón rebosa como el mirlo que sostiene el aliento entre los espacios de su copla imprevista.
. Ella está siempre a la búsqueda de almas que se consagren enteramente a Ella para llegar a ser entre sus manos instrumentos efectivos y seguros para inflingirle una derrota a Satanás e instaurar el reino
Espíritu la preparó, el Padre encuentra en ella la morada donde el Hijo y su Espíritu pueden habitar entre los hombres. En ese sentido, la Tradición de la Iglesia ha leído, a menudo, en relación a María los
peso del pecado y también el canto de la gracia En cada uno de mis días. Todo ello quiero ponerlo entre tus manos, Totalmente, Para que ya no sea yo quien viva Sino tu Hijo quien viva en mí.
Luego, se preguntaron: ¿Quién es Esa que avanza como la aurora naciente? Finalmente, se dijeron entre ellos: ¿Quién es Esa que sube del desierto, colmada de delicias? ¿Por qué tanta insistencia en preguntar