Al día siguiente, 12 de septiembre, Sobieski entró en la ciudad llena de júbilo y asistió a la Misa y al Te Deum en la iglesia de la Virgen de Loreto, a quien atribuyó la victoria.
El papa Inocencio XI también atribuyó esta victoria a la intercesión de la Virgen. Esta fue como un exvoto que instituyó la festividad en honor al Santo Nombre de María.
El 25 de noviembre de 1683, dicha festividad se extendió a toda la Iglesia y la Natividad de María se fijó para el domingo siguiente. El papa san Pío X prefirió fijar la fecha para el 12 de septiembre, fecha no del aniversario de la victoria, sino de su celebración. Restaurar la fiesta fue, entonces, para san Juan Pablo II, una forma de recordarles a los católicos que invoquen también a María frente a los grandes peligros internacionales.
Roma, 11 septiembre 2015 (ZENIT.org)